Almirante Brown

El teatro, las balsas y la familia


El director de teatro cubano Boris Villar Díaz se refirió la obra que expuso en el Festival Internacional de Teatro de Almirante Brown, como reflejo al momento que vive el teatro en la Isla con una visión a medio camino entre Cuba y Miami


Hablemos de la Obra…
Siempre digo que esta obra trata de nuestra familia, la familia cubana, que es un tópico indispensable dentro del teatro cubano desde que este existe.
De diversas maneras y de diversos ángulos pero siempre como una obsesión por dar esa idea de vida que es la familia.
En este caso nosotros confrontamos una familia que está separada por los procesos migratorios. Estas familias se separan, se dividen, y a partir de acá comienzan a experimentar todo este gran dilema, sobre todo emocional, de encontrarte lejos de las personas por las que tienes los afectos más considerables y más profundos. La obra es como una exploración de todo este conflicto, qué sentimientos se disparan en ese momento. Cómo experimento la nostalgia; la soledad; el desamparo; la expectativa de reencontrarme en algún momento de la historia con esa gente. Todos estos sentimientos que están dando vuelta en la separación en un contexto de migraciones.

¿Qué recepción tienen cuando llevan esta obra al exterior?
Es muy complejo aislar la obra del contexto que trata, un contexto histórico muy preciso ubicado entre 1994 y la actualidad. En 1994 se produjo el más grande éxodo que se ha producido en Cuba, cuando las fronteras se abrieron y miles de cubanos se hicieron a la mar en las embarcaciones más inverosímiles.
Es muy difícil aislar la obra de este contexto por lo tanto es muy difícil aislar la obra de las connotaciones políticas.
En el extranjero se lee la pieza de muy diversas maneras. Hay personas que experimentan más todo este rostro humano que tiene el relato, se adentran más en esta experiencia humana y encuentran las analogías que tiene con sus propios desamparos y separaciones de sus propias familias desgarradas en todas partes del mundo, porque es un padecimiento que es planetario. Algunas otras personas le dan más relieve al contexto político, a las causas políticas y económicas que motivan que estos procesos se verifiquen, pero tiene siempre una recepción de máximo interés y de repente ambigua, porque permite que cada quien se confronte con la experiencia como cada quien decida confrontarse y a partir de una visión de Cuba que no es oficial. Una visión de este proceso que es personal, que es nuestra visión, y que para la gente acá en Argentina es muy interesante confrontarse con una visión que les permite descubrir otra Cuba; otras realidades y otros contextos que están sumergidos, y que el discurso oficial, de todas la oficialidades, te está enmascarando por algún sentido que no se pero pasa.
Lo más importante es sentirse frente a una obra que te flexibiliza y te permite descubrir aspectos de una realidad que no sabías que existía o que no sabías que era así, y de alguna manera la gente independientemente de la posición política que esté agradece ese marco que se les abre para leer una realidad.

Más allá de la posición que uno tenga, es muy difícil abordar la realidad cubana desde la información que dan los medios internacionales que siempre es interesada.
Es un proceso que no nos compete solamente a nosotros. El teatro cubano, aprovechando precisamente que es un espacio de convocatoria mínima, está tratando de confrontar y dar respuesta a una realidad de una manera valiente y arriesgada. Comprometida con esa realidad, tratando de develar las contradicciones reales de los procesos que están sufriendo las generaciones en Cuba, tanto la generación que está en el poder como la que viene luego hasta la generación última, que es la más compleja en el sentido que no sabemos para dónde va.
Creo que el teatro cubano le está dando una respuesta a esto. Es falso que el teatro cubano no esté problematizando la realidad. Nosotros formamos parte de alguna manera de esa camada de teatristas que decidió un día dejar de hablar de cosas abstractas; que decidió que había que enfrentar a esta realidad y de a poquito, poquito, se ha ganado el espacio para tratar nuestra realidad de primera mano. No tener que enmascararnos en metáforas; en parábolas bíblicas; en cuentos venidos de los países de las nieves y cosas así, sino poder enfrentar nuestra realidad, que es muy rica, de primera mano. Las cosas que pasan a la vuelta de la esquina y los problemas que sufre el cubano de a pié. El cubano anónimo y anodino, y en esos problemas encontrar toda la carga poética. Creo que la última generación del teatro cubano está respondiendo muy profundamente a esto.
Igualmente la convocatoria que tiene el teatro en Cuba es mínima. Lo que sucede entre las cuatro paredes del teatro, las cincuenta personas y los actores, realmente tiene muy poca incidencia social, y creo que las autoridades lo saben.

Pero esto no ocurre solo en el sino también en el cine. Sin ir más lejos ‘Fresa y Chocolate’ que reflejó un contraste claramente no oficial ni idílico o ‘Plaf’, retratando duramente ciertos desvíos de la burocracia.
Creo que las visiones que enfrenta el teatro son todavía más complicadas incluso que las que pueden enfrentar películas así. Hay películas más profundas que han sufrido censura muy dura.
Lo que está haciendo el teatro es muy interesante, no desde el punto de vista de la desintegración de un estado de cosas, sino de la reflexión necesaria, imprescindible te diría, sobre las causas de las cosas. Con la mejor intención para que estas cosas tomen el mejor cauce posible dentro de lo que es nuestro proyecto de país.
Imagino que debe ser difícil darse la distensión necesaria para discutir y pelearse sin pensar que se trata de un acto contra revolucionario.
Eso es muy complejo en Cuba y creo que tiene que ver todo un proceso que hay que vincular a un tema cultural y educativo. Hay que empezar desde cero a formar las bases de una cultura de diálogo.
Hay que enseñar cómo las contradicciones son fuente de crecimiento. Cómo el hecho que una persona disienta de ti no lo vuelve tu enemigo y tampoco traidor. Que estas reflexiones son aportes cuando están hechas desde las mejores intenciones, que muchas veces estas personas se vuelven disidentes porque hay toda una situación cultural que lleva a que si disientes te vuelves un paria. Que si disientes es muy probable que te vuelvas un enemigo; un traidor o un no patriota. Es muy complicado.
Hay que empezar a formar las bases de la cultura del diálogo así la gente se aprende a escuchar y a crecer con el discurso del otro. Empezar a ver que la realidad no es monolítica y que la diferencia es síntoma de vida.
Son cosas importantes que son síntomas de crecimiento. Que todo este nivel altísimo cultural y científico que se ha alcanzado, también se manifieste en esos términos, en crear diálogo profundo entre personas inteligentes y preparadas, que en un futuro cercano puedan crear un proyecto de nación donde todos tengamos espacio. Sobretodo entre los que queremos que exista un proyecto que se llame Cuba. Autónomo, con independencia y posibilidades para todos.

¿Esto dentro de un marco socialista de gestión?
Sabes que me parece no es importante cómo se llame el gato, sino que cace ratones.

 
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